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Igualdad de oportunidades

Abr
15

Igualdad doméstica

Para el futuro de nuestra sociedad es imprescindible conseguir la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres con el objetivo de que desaparezca la discriminación por razón de sexo. Para ello, es importante no solamente la evolución social y económica sino también el establecimiento de unas relaciones humanas constructivas en todos los ámbitos: hogar, familia, trabajo, ocio y tiempo libre, etc..

El punto de partida es la reflexión sobre los orígenes y consecuencias de la discriminación por razón de sexo. Ya no es posible creer que las desigualdades son ‘normales’ y que las injusticias ‘siempre estarán ahí’. Las personas, las administraciones públicas, las empresas y organizaciones laborales, cada una en su medida y en el desarrollo de sus actividades, pueden y debe participar en la creación de una sociedad más equitativa.

Esto es más importante de lo que parece: comprender qué es la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres va a contribuir al desarrollo de nuestra sociedad, a luchar contra el sexismo individual, social y de los medios de comunicación.

Hombres y mujeres somos iguales ante la Ley, pero no ante la sociedad. Se han establecido y aceptado roles en aspectos como la educación, la participación política y los usos del tiempo. Por desgracia, la violencia de género es una manifestación viciada de dicha desigualdad.

La igualdad doméstica es el primer paso para alcanzar la tan deseada igualdad de oportunidades. El hogar es el primer microcosmos, el primer núcleo social que conocemos y en el que nos educamos. Si enseñamos a nuestros niños y niñas por igual que las tareas familiares son responsabilidad de todos y todas lograremos que puedan llegar a vivir en una sociedad más igualitaria, tanto en el núcleo familiar como en ámbitos más generales.
Debemos empezar a interiorizar un sistema de valores y creencias más justo, donde se respete nuestra individualidad pero se reconozca nuestra igualdad.

En el proceso de socialización las personas asimilamos y aprendemos elementos culturales y sociales que favorecen y garantizan la adaptación e integración en la sociedad. Los estereotipos de género son etiquetas que asignan cualidades y características psicológicas y físicas a cada género, aportando modelos de comportamiento distinto según el sexo de las personas. Estos estereotipos nos impulsan a desempeñar tareas funciones y comportamientos considerados propios de hombres o de mujeres por el mero hecho de pertenecer a uno u otro sexo: son los llamados roles de género.

Estos estereotipos y roles de género hacen que nuestras expectativas de futuro (proyectos profesionales, sentimentales, económicos…), se vean condicionados por los modelos que nos imponen.
A lo largo de la historia de la humanidad, las diferencias biológicas entre los sexos se han traducido en desigualdades entre hombres y mujeres a la hora de participar en la sociedad, resultando las mujeres las más desfavorecidas ya que, por lo general, se le concede un valor más alto a lo que tradicionalmente “debe hacer” un hombre que a lo que “debe hacer” una mujer.

Ejemplos de todo ello son:

  • Menor independencia económica: participamos menos o en peores condiciones que los hombres en el mercado laboral; sin embargo, trabajamos cuidando a las personas de nuestra familia y realizando las tareas domésticas.
  • Doble o triple jornada: trabajamos fuera de casa, y además tenemos que asumir las tareas domésticas porque todavía los hombres no comparten el trabajo familiar y doméstico, por mucha campaña que se haga.La igualdad legal no implica la igualdad real.

La mujer sufre discriminación directa, es decir, recibe un trato de inferioridad por motivos de sexo, raciales, religiosos, políticos, etc. Hoy en día, esta discriminación está penalizada por la Ley.

Sin embargo, no es tan raro encontrar casos de discriminación indirecta, porque se parte de una situación de desventaja con respecto a la situación de los hombres.
Actualmente la igualdad está reconocida a nivel jurídico (igualdad formal o legal), de tal forma que las leyes ofrecen un igual tratamiento a hombres y mujeres; sin embargo, y a pesar de que existe este reconocimiento desde un punto de vista formal, esto no significa que exista una igualdad real.

Además, la imagen que tiene la sociedad de la mujer está muy distorsionada por la publicidad, que nos ofrece varias versiones:

1. Mujer ama de casa y madre de familia: dedicada por entero a los cuidados de los demás, eficaz pero sin esfuerzo porque utiliza avances tecnológicos.

2. Mujer como objeto de consumo: símbolo sexual, objeto decorativo asociada a productos que van dirigidos al hombre y que responden al mensaje de «si usas este producto conseguirás a estas mujeres».

3. Mujer como profesional: supeditada al jefe y/o en profesiones tradicionalmente femeninas.

Para que la igualdad formal sea efectiva y se convierta en igualdad real, desde las políticas públicas se desarrollan medidas y se ponen en marcha mecanismos y recursos que promueven e impulsan en nuestra sociedad el desarrollo de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Pero eso no basta: debemos empezar con los menores en el propio hogar a interiorizar valores como respeto, igualdad, justicia, etc.

En nuestras manos está empezar a cambiar esta situación…….